ESTO ES UNA REVERENDA PORQERÍA, LO ADMITO, PERO PUES EL OCIO HACE QE SALGAN COSAS COMO ESTAS... Y COMO AMI ESO DE SER FLOJA NI SE ME DA... JAJA n.n
Pues ahi les dejo mis porqerías...
El valle negro
¿Nicole?...
El sonido de un despertador me sacó de la cama...
-Nicole, hija, baja deprisa o se enfriarán tus waffles con mora azul...
-Ya voy papá. Dame cinco minutos más.
-Lo siento princesa, baja por favor, tus waffles te esperan.
-¿Les pondrás mucha miel y crema batida?
-Si llegas aquí pronto sí, si no solo será syrup.
-Ok, ya voy.
Me puse las sandalias que encontré debajo de mi cama y me coloqué el short que encontré sobre mi silla azul, bajé las escaleras deprisa y casi tropezaba con “Taquito” mi perro, quien estaba recostado sobre el tapete con rombos rojos, azules y verdes al final de las escaleras, como siempre.
-Buenos días.
-Buenos días mi princesa, ¿qué tal dormiste?
-Pues tuve de nuevo ese sueño del tal Warren.
-Mmm, pues espero que estés bien.
-Lo estaré después de comer esos waffles con crema batida y miel.
-Claro, aquí tienes.
-Gracias.
-Sé que ya eres una chica grande, diez y seis años no son cualquier cosa, así que hablemos de padre a hija. Quiero que nos mudemos a Hellfrey, ¿qué dices?
-Pues si ya es un hecho que mas da.
-Mmm, te estoy pidiendo tu opinión, aún no es una decisión.
-De acuerdo, quiero mudarme, siempre he creído que mi destino estaba en otro lugar, no aquí.
-Bien, entonces nos iremos la semana próxima, la escuela no será un problema porque aún estamos de vacaciones, y mí trabajo estará bien, pues fui transferido haya, así que todo está listo, será este sábado. Sólo algo más, ¿no te incomoda dejar a tus amigos?
-Pues estoy aburrida de la monotonía, creo que si, los extrañaré.
-Pues lo tomas muy maduramente, estoy orgulloso de ti, te amo.
El sábado llamé a mis amigos muy temprano y a todos les dije que me mudaría a Hellfrey esa misma tarde, pues francamente no soy alguien que se apegue mucho a sus amigos o a la gente que tiene a su alrededor, no sé, creo que es porque el hecho de ser hija única me ha hecho desvalorar a las personas; ya no era una niña y eso lo sabía bien, pues al paso de los años me di cuenta de que lastimaba gente y sus sentimientos con mi actitud de ”me da igual”, aún que francamente así es; todo lo que tiene que ver con el cariño y la estimación de alguien no tenía importancia para mi en aquellos días, y ahora es igual.
Quienes me dijeron que les hería mi actitud siempre decían lo mismo: “eres tan indiferente con las personas porque no te importan, pareciera que no tienes ningún remordimiento” a lo cual siempre contestaba lo mismo:”da igual, un amigo mas un amigo menos, me da igual”. Si así es. La historia de mi vida. Que sorpresa.
No entiendo que ocurre con quienes están a mi alrededor, se dicen amigos pero el hecho es que cada uno cree lo que quiere creer, yo no tengo ningún amigo, quizás porque no entiendo de que se trata; hay muchos chicos a mi alrededor que dicen ser mis amigos y que se comprometen a estar conmigo sin que yo se los pida, si estoy con ellos es por costumbre, son solo compañía, no más, justo por eso no le di relevancia a despedirme de ellos, solo me limité a decirles que me iba a otra ciudad y que no regresaría jamás, algunas de las chicas a quienes les dije lloraron y eso me molesta, así que les colgué y continué haciendo llamadas. Más tarde empacamos, el camión de mudanza ya había partido y mi padre y yo nos marchábamos.
El camino fue largo y tedioso, como siempre, y me quedé dormida con los audífonos puestos mientras oía música clásica; papá me despertó cuando al fin llegamos a la nueva casa, desempacamos y como yo terminé en plena madrugada, mi padre estaba dormido, mientras a mí se me había desaparecido el sueño. Salí en shorts al nuevo patio lleno de césped en la parte posterior de la casa para acampar ahí, o al menos pasar un rato en él.
Saqué un sleeping bag y una enorme cobija y las coloqué sobre el pasto, luego apagué el foco del patio que se había quedado encendido por descuido de mi papá y arrojé mis tenis al suelo mientras caminaba. Afortunadamente los aspersores se habían apagado automáticamente hacía hora y media y la hierba estaba fresca y húmeda, solté mi cabello, que gracias a un nuevo corte que papá había sugerido llegaba hasta mis hombros (algo raro porque siempre lo había dejado crecer hasta mi espalda); ese día, bueno, mejor dicho esa noche, había un viento sumamente refrescante, supongo que como es costumbre en estas épocas del año (porque estábamos a mediados de agosto) y aunque no sabía como era el clima en esa ciudad, me agradó el de esa noche.
Me senté en una parte del jardín que tenía un escalón de ladrillo y al cabo de un rato me acosté con los brazos bajo mi cabeza sobre el pasto, me puse a mirar las estrellas, muy pocas en realidad pues con la luces de la ciudad no se puede ver casi ninguna de ellas; y mientras las observaba me puse a recordar lo que cada uno de los chicos a los que llamé me habían dicho al llamarles para decirles de la mudanza: que me extrañarían, que me querían, que era una gran amiga, que no deseaban que me fuera, cosas que no me causaban tristeza, de hecho no me causaban nada.
Lo que hice fue tratar de entender por qué lo habían dicho, qué los motivaba a decirlo, y por qué hacerme saber algo que ellos sentían... Usualmente yo soy una chica a la que le gusta analizar las cosas y concentrarse en sus estudios, tratar de explicar las cosas que ocurren con la gente a mi alrededor, tratar de entender sus sentimientos; y no digo que yo no tenga sentimientos, si no que no logro entender en que momento usarlos y cual debería usar.
Mi cabeza se llenó con sus palabras y mis análisis, sin darme cuenta le perdí interés al clima y a las estrellas, a la humedad de mi patio y a la posición en la que estaba. Lo único tan fuerte para hacerme salir de mis pensamientos fue la sed, así que me paré y fui a la cocina por una limonada; cuando lo abrí me dio hambre, así que me puse a ver que había dentro del refrigerador: pan, mayonesa, mantequilla, jamón, pescado empanizado, una botella de vino de mi padre, queso, cebolla y un bulto de papel aluminio, que supongo tendría algo de comida dentro. Al final me preparé un emparedado de jamón con queso, pues el beber algo tan noche siempre me abría el apetito; apagué la luz de la cocina y salí de nuevo al patio con mi emparedado y mi vaso lleno de limonada; puse el vaso y el sándwich en la mesa de jardín que teníamos cerca de la entrada al patio y me senté en la silla de metal con los pies sobre la mesa, comí y terminé con mi bebida, luego me senté de nuevo en el pasto.
La primera vez que pensaba en sentimientos de las personas cercanas a mi: aquellos chicos que se proclamaban mis amigos y me hacían parte de su vida por voluntad propia, sin pedir mi permiso ni mi opinión. Vaya.
Preferí dejar de lado todos mis análisis y depreciación por las actitudes infantiles y retrogradas de esos sujetos, pero me vi inmersa en otro asunto que tenía cierta relevancia: el amor, o lo que se suponía que mi padre me ofrecía cada día con sus frases y abrazos, cada mañana, todo el tiempo. Sabía que era mera cordialidad la forma en que correspondía a su “te amo”, pero no tengo ni idea de que se siente o porque me lo dice. Supongo que por compromiso, como lo hago yo con él, ¿o no?
La razón más viable que encontré fue que se sentía culpable de que mi madre muriera tan inesperadamente dos años atrás.
Larga historia que me veo obligada a contar para explicar por qué su amor no es más que compromiso o culpa: 30 de febrero, una fecha inexistente según mi maestro de historia (que por cierto era calvo y feo, además de ignorante), Marie (mi madre), Devh (mi padre) y yo fuimos a festejar el cumpleaños de mi madre a un restaurante llamado “After the rain” en las intersecciones de garwen y fetrer; salimos de nuestra casa a las 6:25 de la tarde y al llegar al restaurante mi madre ordenó pescado frito con ostiones, mi padre langosta con salsa agridulce y yo ordené sushi con rollos primavera. Al terminar la cena los tres fuimos al centro de la ciudad, y mi madre y yo compramos helados. Cuando Marie iba a cruzar la calle con su helado y el de mi padre, el conductor de una camioneta que no vio el semáforo para peatones, la embistió de pronto, haciendo que se rompiera varias costillas y quedara inconciente pero viva.
Mi padre la subió a la camioneta y condujo hasta el hospital mientras yo iba en la parte trasera cuidándola por si despertaba. Llegamos a urgencias y cuando los médicos la atendieron, y luego de varios minutos de haber sido ingresada, nos dijeron que había fallecido desde antes de llegar, cinco minutos talvez, que ellos se encargarían del papeleo y de llamar a los forenses.
Mi padre en un arrebato de ira, me reclamaba el haberla dejado morir, el porqué no la cuidé, por qué no la había mantenido con vida sólo cinco minutos más, dijo que era mi culpa. Dos días después, en lo que se llevaba a cabo su sepultura, vi la forma en que todos los que estaban ahí lloraban, pero yo no lo hice, no sentía tristeza, de hecho no sentía nada; bueno, sentía que nos haría falta, pero desde antes jamás supe si la quería o no, sólo estaba conciente de que mi padre había tenido una gran pérdida y nuestra familia, ahora incompleta, también.
Cuando todos se fueron, mi padre se acercó y me pidió disculpas por lo que me había dicho en el hospital, se excusó diciendo que fue algo muy duro para él y que no tenía el control en ese momento. A partir de entonces me dice siempre que me ama. ¿Lo ven? Remordimiento.
¿Qué causará que las personas puedan amar o tengan remordimientos? Yo tengo una clara idea de lo que se considera malo, la mayoría (si no es que todos) saben lo que no se debe hacer, lo que es incorrecto y aún así lo hacen, pero ¿por qué? Supongo que se dejan llevar por sus emociones, que los controlan sus sentimientos.
A pesar de que yo también sé lo que son las cosas incorrectas, cuando cometo alguna falta jamás me siento culpable ni tengo remordimientos, talvez porque no sé como se sienten.
Bueno, volviendo al tema principal, estaba sentada en el patio de mi nueva casa y un “algo” me hizo estar cómoda, sentí unas enormes ganas de dibujar y fui a mi habitación por mi estuche de pintura. Saqué el enorme estuche con mis pinturas y pinceles mientras que en la otra mano llevaba mi carpeta y mi caja azul (donde siempre guardo mis colores, lápices, borradores y plumones para cuando dibujo).
No sabía que dibujar, sólo tenia ánimos de hacer algo. Extendí el tripie cerca de la baja pared que delimitaba nuestra casa con un largo sembradío mientras algo muy dentro de mi se sentía libre, entonces comencé a dibujar, no tenía ni idea de lo que era, pero estaba segura que me encantaría cuando lo finalizara, y así fue: el resultado fue el dibujo de un bosque al anochecer, con la luna llena en un costado y el cielo repleto de estrellas, con un lobo sobre una pequeña montaña lejana.
Cuando di por terminado el dibujo, luego de pintarlo en su totalidad, me di cuenta de que ya estaba clareando el cielo, que ese tono celestial de azul marino combinado con unas cuantas nubes grisáceas y pequeños puntos brillantes se había transformado en azul claro con tonos naranjas, amarillos y rosas, sólo dejando ver una estrella resplandeciente color rojo.
Entré a la casa y miré el reloj negro del gato Félix colgado en la cocina, eran las 6:13 a.m. y bostecé, pues el estar despierta por un largo rato (toda la noche para ser precisa) me había agotado físicamente, pero no creí que fuera prudente ir a dormir a esa hora, así que sólo me metí a la ducha y tomé un refrescante baño que duró una hora.
Al encender el radio mientras me duchaba, el sujeto que estaba de locutor hablaba muchas incoherencias, como es habitual entre los malos conductores que se creen populares, hasta que al fin luego de tantas torpezas inició con un tema que me pareció entretenido: solicitaba a quienes estaban en sintonía que se comunicaran con él para dar una opinión a cerca de algún un libro que hubieran leído, pero esa mañana se hablaba de “El hombre en busca de sentido”. Hicieron una encuesta en la que preguntaban el año de la primera edición y el autor, quien acertara tendría un cupón para canjearlo por el libro de su preferencia en la gran central literaria.
Al escuchar el anuncio del locutor saqué la mano y tomé mi celular del buró del baño y llamé a la estación de radio. Dos timbres y contestó del otro lado el locutor:
-Buenos días, ¿con quién tengo el gusto?
-Soy Nicole Bhorent.
-¿Llamas para lo del libro?
-Pues algo así. Yo tengo el libro como parte de mi biblioteca personal en el sótano y en el segundo piso de mi casa, el problema es que justo ahora estoy tomando un baño, así que no puedo consultarlo ahora, lo único que podría hacer es decirte de que se trata y darte mi opinión, ¿qué opinas, aceptas el trato?
-De acuerdo, pero debe ser algo muy bueno.
-Pues es de Franklin, Frank, algo así, por ahora no lo recuerdo; el libro trata de la historia de un hombre que esta en una prisión en época de guerra o combate, algo así, y que explica la forma en que los tratan, lo que se vive dentro, como el hecho de que tenían que cambiar un pedazo de pan (su única comida) por un cigarro o cosas básicas que escaseaban dentro. El día que fueron trasladados algunos internos a otra prisión, el tipo que narra la historia y unos de sus compañeros planearon escapar, pero algo ocurrió que se los impidió; afortunadamente llegaron unos soldados a esa cárcel y los liberaron.
Creo que el sujeto que escribió le historia es un patético tipo sin esperanzas y con demasiada autocompasión que al darse cuenta de que no era suficiente la pena que sentía por sí mismo, decide escribir un libro para que la gente le de compasión; de nuevo, creo que es patético. Ahora, creo que la forma de describir las cosas dejó mucho que desear, no es que lo haya hecho mal, sólo que le faltó dar más detalles, digo, si fue tan patético y traumante como él dice que fue, lo último que se podría es olvidar los escalofriantes detalles de una cárcel de ese tipo, ¿no crees?
-Wow, disculpa mi mala memoria pero, ¿cómo me dijiste que te llamabas?
-Nicole.
-Bueno Nicole, creo que eres una de las pocas personas que pueden creer algo como eso de un libro, y sobre todo, de quien lo escribe, y desde mi punto de vista, es muy bueno. Quizás haya más personas que piensen que el libro era malo, así que hago una invitación para que nuestros radioescuchas nos llamen y nos den su opinión igual que nuestra amiga Nicole. Por ahora tengo que decir que ya tienes un vale para que lo canjees por el libro de tu preferencia Nicole, pasa mañana a las ocho de la mañana a nuestras oficinas por él.
-De acuerdo.
-¿Algo más que desees agregar?
-No, creo que no.
-Entonces hasta pronto Nicole.
Mi plática con el sujeto de la radiodifusora al fin había terminado, lo cual me alegraba.
Salí de la ducha y bajé los dos escalones que había desde la tina hacia el tapete azul, cerrando tras de mí la puerta corrediza y miré húmeda al espejo que me mostraba a esa persona frente a mí: yo. Jamás, desde que tengo memoria, me ha gustado quien veo en los espejos, nunca he sentido que sea yo, siempre me he hecho a la idea de que debía acostumbrarme a ella, a la del espejo. Me daba miedo ese rostro cuando era más pequeña y ahora es igual, lo siento ajeno a mí, como si alguien más me observara por el otro lado intentado ser yo, como si ella tuviera un mundo paralelo y solo esperará en silencio, esperando en un descuido salir de ahí.
Me quedé mirando por un buen rato a la chica del espejo, esta vez tenía los ojos rojos y muy tristes, vidriosos, como si quisiera llorar, así que simplemente lo ignoré y me coloqué la toalla sobre los hombros dejando al descubierto el resto de mi cuerpo; miré con mayor cuidado cada centímetro de su cuerpo en el espejo, me di la vuelta para que ella me imitara y continué observando, hasta que me quedé mirando fijamente sus senos, no sé, había algo que me hizo preguntarme porque tanto alboroto por parte de los hombres en ellos, pero no lo entendí.
Luego de un rato me aburrí y me quité la toalla de los hombros y me comencé a secar el cabello, luego me vestí y salí del cuarto de baño, al hacerlo me topé de frente con papá:
-Buenos días linda.
-Hola.
-¿Qué haces despierta a esta hora?
-Amm, me duchaba.
-¿Y qué hace tu sleeping bag en el patio?
-Amm...
-¿Dormiste al menos?
-No.
-Ay, Nikky, ¿qué haré contigo?
-¿Qué te parece llevarme a comprar mi nuevo uniforme?
-De acuerdo, termina de cambiarte, haz lo que gustes y nos iremos a las dos de la tarde.
-Bien.
Llegada la hora nos fuimos de compras a varias tiendas cercanas a la casa, anduvimos de arriba para abajo por media ciudad y cuando llegamos de vuelta a casa dejé a mi padre y yo fui por el cupón a la estación de radio y lo cambié.
Los días próximos hasta que entré a mi nueva escuela pasaron realmente tranquilos y pensé en guardar el libro hasta el día que entrara a la escuela, pues seguramente no encontraría nada interesante que hacer.
La mañana del lunes me disponía a terminar de arreglarme, me coloqué la falda negra a cuadros azules, las calcetas blancas, la playera blanca con chaleco azul marino-negro, zapatos negros y ese moño en el cuello que simulaba una corbata, era bastante lindo el uniforme de la nueva escuela: Sakhu Frantsdew.
Estuve quince minutos antes del timbre en la dirección para que una secretaria robusta y alegre de cabello rojo zanahoria me indicara el salón que debía ser mi nuevo grupo, y así lo hizo, llegué y simplemente me senté en el primer lugar que encontré vacío, junto a la ventana.
Antes de empezar a leer. Eché un vistazo a mi alrededor y vi que dos chicos junto a mi hablaban de cosas sumamente triviales y monótonas: “te quiero amor”, “¿qué tal la tarea de matemáticas?”, ”en vacaciones fuimos a...” me pareció que su plática era demasiado tonta y aburrida; un grupo estaba justo enfrente del pizarrón, de siete chicos talvez; dos grupitos más junto a la puerta; en el fondo junto al encendedor de la calefacción estaban dos chicas con las piernas cruzadas sobre las bancas, con faldas muy cortas y dejaban ver a todo quien volteara su ropa interior. Patético.
La mayoría parecía completamente superficial, quizás entre tantas personas pudiera haber una o dos que tuvieran algo de cultura y cerebro, pero no era seguro, así que me senté y comencé a leer mi nuevo libro en lugar de perder el tiempo buscando a esas posibles personas no superficiales.
La mayoría hablaba, de hecho todos lo hacían excepto yo, así que abrí el libro y empecé a leer sin poner atención a mí alrededor, salvo esos insignificantes treinta segundos que me tomó ver a mis compañeros.
-Odio a las personas superficiales y tontas- fue el único pensamiento que cruzó por mi mente antes de que me perdiera en las palabras del libro.
Una chica de cabello agarrado en coleta se acercó por un lado de mí ladeando la cabeza para leer lo mismo que yo sostenía en las manos.
-Vaya vaya, que interesante...
-Mmm...
-Interesante.
-¿Qué es interesante?
-Tú.
-Mmm...
-Y de nuevo “mmm”.
-Mmm...
-¿Lo ves?
-¿Qué quieres?
-¿Cómo te llamas?
-¿Para qué quieres saber?
-Sólo dime.
-¿Por qué?
-¿Me lo dirás?
-Mmm...
-Me pareces una chica interesante: llegas a un salón y miras a todos por unos segundos, te sientas a leer en cualquier banca y no le das importancia a buscar con quien conversar... Interesante.
-¿Y qué tiene eso de interesante?
-Tu comportamiento. La mitad de quienes estamos aquí justo ahora nos conocemos de años pasados, los demás se enfocan en platicar con alguien para tener con quien charlar en el receso, tú sólo llegas y te sientas. Seguramente no eres de aquí.
-Mmm...
-¿De dónde eres?
-Mmm...
En eso llegó un sujeto con ojos verdes algo alto, pero no demasiado, con saco y pantalón color arena. Pidió silencio, lo cual tardó en llegar, y la chica preguntona se fue a sentar; al fin con todos en su lugar sugirió que nos presentáramos. Yo continué leyendo mi libro, pues no le di importancia a las presentaciones, total, tendría todo un año para conocerlos, no tenía prisa. Cuando llegó mi turno no me di cuenta hasta que me regañó el del traje color arena:
-Señorita baje ese libro, esto es mucho más importante que lo que sea que este leyendo.
-No es así. Unas tontas presentaciones son algo cotidianas y totalmente estandarizadas.
-¿Un tonto libro es más importante que conocer con quienes pasará un año?
-Un libro no puede ser tonto, las presentaciones no enriquecen ni hacen que prospere el alma; en cambio los libros sí. Debería leer alguna vez para que se de cuenta.
-¿A caso acaba usted de insultarme? Espero que no. Ahora preséntese y guarde silencio.
-Soy Nicole Bhorent.
-Ahora díganos su escuela o grupo de procedencia.
Lo ignoré y seguí leyendo mi libro.
-Señorita, le estoy hablando.
-Lo escucho.
-Conteste lo que le acabo de pedir.
-¿A caso no dijo usted que me presentara y guardara silencio?
Continué leyendo el libro y dejé que dijera tanto como quisiera.
-¡¡¡Señorita Nicole!!!
Kaboom, había explotado muy pronto, que triste. Creí que tendría más paciencia. Miré de reojo al mí alrededor. Todos me veían, todos desde el principio de nuestra discusión habían clavado su mirada en mí, la nueva. No le di importancia y seguí leyendo.
El profesor se cansó de gritarme y al final decidió seguir con el resto de las presentaciones. Al cabo de ellas escribió en el pizarrón: Profesor Alhonse Torrino, asesor. Fue entonces que supe que el pobre sujeto tendría un terrible año conmigo, pues se haría la vida de cuadritos tratando de entenderme sin éxito.
Las tres primeras horas fueron muy aburridas hasta el receso. Esperé a que todos salieran del salón y caminé por toda la escuela explorándola, hasta que halle un lugar vacío en la parte trasera de la escuela. Me senté sobre una pequeña barda de ladrillos junto a unos árboles y hierbas que olían delicioso, a humedad. Comencé a comer la fruta picada que papá había puesto para mi en la lonchera junto con la botella de té de limón.
-¿Eso es cerveza?
-Mmm...
-¿Lo es?
-No.
-¿Entonces qué es?
-Té de limón.
-Pues la lata parece de cerveza.
-¿Qué quieres?
-Ahora que ya sé tu nombre, quiero saber de donde eres.
-¿Debo ser de otro lugar por ser nueva?
-Si sólo hubieras contestado que eres de aquí, lo hubiera creído, ahora por tu respuesta no creo que seas de aquí.
-Mmm...
-¿No sabes decir otra cosa?
-¿Qué quieres?
-Saber de donde eres.
-¿Por qué?
-Porque intento conocerte.
-¿Para qué?
-Para ser tú amiga.
-No.
-¿No qué?
-No quiero que seas mi amiga.
-¿Por qué, si ni siquiera me conoces?
-Porque no. Ahora vete.
-No deberías estar aquí.
-¿Ahora me dirás que la escuela te pertenece y sino me marcho me harás daño?
-No. Me refiero a este lugar, lo conocemos como “el rincón de los enamorados”.
-¿Y?
-¿Tienes novio? porque sino es así será mejor que te marches “del rincón de los enamorados”.
-Si a mi no me interesa menos a ti.
-Vaya, que negativa.
-Te he dicho que te vayas.
-¿Por qué?
Tomé mi comida y caminé hacia debajo de un gran árbol en un costado del laboratorio (según decía el letrero) y me tiré en el piso a terminar de comerla. Sonó el timbre y entré al salón, cuando me senté en mí lugar la chica de la coleta me extendió la mano:
-Mi nombre es Delhirio.
-Vaya, que nombre tan “a doc” con tu personalidad y tu actitud.
-Tomaré eso como un cumplido.
-No, no lo es.